.Convencida a fuerza de versos y promesas.
Recién venida de la mesopotamia, Blanquita conoció al "hijo del cordobés".
El era un mozo alto, bello rostro, muy varonil y un pícaro seductor.
Era de aquéllos que seducían hasta los perros... como decían los vecinos.
Blanquita trabajaba "con cama adentro" en la casa de una familia muy querida y hermosa. Dentro de lo que se acostumbraba a tratar a la servidumbre en esos tiempos, ella era bientratada.
Tenía su cuarto y su baño que daba a un lavadero amplio y todo esto al patio terraza, la parte más bonita de la casa a gusto de negrita, la vecina que siempre andaba por allí espiando o jugando.
Los días Jueves, eran por ley el día de descanso absolutamente libre para las mucamas. Y ese era el día en que Plaza Italia en Palermo y el parque de diversiones "el Parque Japonés" (ya inexistente) se llenaba de una mezcla de gringos y de muchachas paraguayas, provincianas y otras de algún otro lugar inconcebible de adivinar. Eran todas ellas las que iban de citas o simplemente de paseo o en busca de novio.
Justamente los días jueves, Blanquita se pintaba más rojos que nunca sus labios y se rasuraba las piernas con una vieja maquinita de afeitar y una gilette descartada por su patrón.También pasaba por el baño y salía de allí con su cuerpo limpio desde la cabeza hasta los pies. Con olor a jabón Palmolive, contenta y oliéndose los brazos y manos para ver si quedaban rastros de olor a cocina o lavandina.
Luego con su vestido de seda barata y sus zapatos de tacón, espléndida se iba rumbo a Plaza Italia.Por supuesto pasando por donde su patrona tenía la locíón y se daba un toque.
Día de salida! El día en que las sirvientas como ella se largaban como golondrinas en busca de alegría y amor... dispuestas a creerse todos los sueños, todos los cuentos, que los mozos deslizaban presurosos y lleno de ansiedades en concretar sus deseos. Ellos colgaban de sus oídos sabias palabras de amor, que luego se deslizaban por sus escotes hasta lo más profundo de sus corazones hambrientos de amor.
Y esos días, Blanquita, aunque su amor vivía pegadito a su medianera y de noche en noche saltaba la pared y calentaba su solitaria cama,.... los días de salida también partía rumbo a Palermo tratando de disimular con sus patrones. Si! Ese día, el día jueves, la cita de Blanquita era lejana...
Y nadie sabía nada...
Ni la negrita de al lado había sospechado lo que allí pasaba...
Hasta que una noche de verano llegaron los dos a la casa de Negrita, su vecina y pidieron hablar con los padres de la niña.
Se reunieron y Don Elías los dejó hablar todo lo que querían contarle. Los dejó hablar "largo y tendido" mientras miraba fijamente el piso, sentado en su silla recostada en el portón de la calle Alvarez Thomas al 1600...
La niña, que trataba de saberlo todo, fue alejada lo suficiente para que no escuchara el murmullo de las confesiones de los jóvenes y desde su lugar de observación Negrita, tan perspicaz como siempre murmuró mientras miraba con admiración eternal a su padre: "
-"Igualito que el padre Ignacio cuando confiesa en la iglesia San Roque".... y de pronto...
pudo escuchar la respuesta de su padre. La respuesta final se elevó como una sentencia. Sonó como las penitencias que les largaba el cura después de la confesión... La voz de Don Elías se escuchó clarito:
- "Ustedes se quieren?" ...
- "¡Sí! - fue la respuesta unánime...
- "Entonces cásense y a otra cosa" ...
Los jóvenes se abrazaron y luego siguieron hablando en susurros y risitas.... como haciendo planes, pero la niña no pudo enterarse de nada más.... La Negrita se aburrió y se fué en busca de amigas para jugar a alguna cosa porque allí parecía todo resuelto.
A los pocos días se comentó en el barrio:
-Blanquita se fue!!!!
-No podía seguir en la casa de...!!!!
- Blanquita estaba esperando un hijo.... del "hijo del cordobés!
No se le volvió a ver.
Pero la negrita nunca la olvidó. Porque siempre se sentirá culpable de haber comido una porción de torta de chocolate que los patrones guardaban en la heladera para cuando volvieran del teatro.... Es que de a poquito, probando y probando se la comió toda y.... La culpa la sufrió Blanquita!!!!!!
Historias de vida que le dicen ! Perdón y que el Padre Ignacio me mande la penitencia!
Tarde pero seguro. Nunca es tarde para pedir perdón!






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